Massa en busca del Electorado Perdido
Por Jeremías Morlandi, para Faro Argentino.
Se suele decir que no es suficiente ganar la guerra, sino que hay que saber organizar la “paz”. El Frente de Todos fue muy hábil, de la mano de Cristina Kirchner, para ganar la guerra. Primero, al ver que no llegaba sola, la expresidente pactó con Alberto Fernández, quién sería el rostro de la moderación y la unidad del PJ. Rindió sus frutos. Lograron traer al hijo prodigo, Sergio Massa, de vuelta a las filas de donde partió en 2013 y a donde había prometido jamás volver. Cristina había entendido que fue la separación con Massa lo que dividió al electorado en 2015 y le permitió a Mauricio Macri imponerse en las elecciones. En 2019 no iba a cometer ese error nuevamente. Fue muy hábil para ganar la guerra. Lo que vendría después sería la organización de la paz. No dentro del país, sino del propio frente. ¿Quién hubiera dicho que esa tarea le iría a tocar al tigrense?
Massa no fue cualquier cuadro del kirchnerismo. No fue uno más. Era ÉL. Manejo la ANSES de la mano de Boudou y fue el encargado de dar las buenas noticias a los jubilados y pensionados. Luego fue Intendente, aunque duró poco ya que se tomó licencia para asumir como Jefe de Gabinete de la propia Cristina Kirchner hasta que los cambios del gabinete provocados por la derrota del 2009 lo colocaron de nuevo en la intendencia de Tigre, donde logró la reelección en 2011 acompañando el 54% de la formula presidencial kirchnerista. Sin embargo, conforme se acercaban las elecciones de medio término y con la crisis interna, tanto económica como política que azotaba al gobierno, Massa supo abandonar el barco antes de que se hundiera y lanzó su propio frente.
Massa no fue cualquier cuadro del kirchnerismo. No fue uno más. Era ÉL. Manejo la ANSES de la mano de Boudou y fue el encargado de dar las buenas noticias a los jubilados y pensionados.
Sergio Massa logró captar rápidamente el clamor de la clase media. A través de su buena relación con los grupos mediáticos supo aprovechar la falta de una fuerte oposición al oficialismo kirchnerista. Adoptó un discurso apto para su público. Atacó la corrupción, la inflación, el empleo estatal excesivo, la inseguridad y los altos impuestos. Una de sus principales agendas fue el impuesto a las ganancias. Aliado en ese momento de los movimientos sindicales quienes, a diferencia de ahora, no peleaban por un salario que no bajara de línea de pobreza, sino por un salario que no fuera afectado por el impuesto a las ganancias.
En las elecciones de 2013 esa agenda le valió la victoria en la Provincia de Buenos Aires, con un 44% de los votos contra el 29% de la lista del Frente para la Victoria, encabezada por Martin Insaurralde. A pesar de salir tercero en las elecciones nacionales, detrás del kirchnerismo y del Frente Progresista Cívico y Social, Massa se colocó a la cabeza en las encuestas para la próxima elección presidencial. El resto es historia conocida.
El problema del impuesto a las ganancias y de los impuestos que cuyas escalas y alícuotas corren detrás de la inflación, es un problema que aún hoy aqueja a una parte de la clase media alta y alta. En 2021, el aumento de los topes de facturación para los monotributistas había sido de más del 60%. Este año, sin embargo, la suba estaba pactada recién para finales de año. El proyecto que se trató la tercera semana de junio justamente establece adelantar a julio el aumento de los topes de facturación para monotributistas y un incremento en las deducciones especiales para los autónomos. Es que, con una inflación proyectada por arriba del 75% y encaminándose a los 3 dígitos, es un gran golpe al bolsillo para los monotributistas el hecho de que no se actualizaran las escalas. Entonces, la escala de facturación de las categorías A, B, C y D subirá en promedio 60% para favorecer a los contribuyentes de menores ingresos y evitar que salten de categoría.
Lo llamativo de este proyecto y de cómo se vendió ante la opinión pública es que tiene “costo fiscal cero”. Como si, con todo lo que los contribuyentes argentinos pagamos y que representan en muy poca o ninguna medida nuestros intereses, nos molestara que haya costo fiscal en una medida que reduce impuesto. De todas formas, el costo fiscal cero, no es tan cero.
Por un lado, en lo que refiere a los monotributistas, se analiza el costo fiscal de dos efectos. En primer lugar, en base al potencial traslado de categoría de los contribuyentes que se encontrasen cercanos al límite superior de cada tramo. Es decir, lo que el Estado deja de recaudar por el no traspaso de categoría de algunos monotributistas frente al aumento de los topes de facturación. En segundo lugar, los efectos de pérdida de recaudación de aquellos monotributistas que hubieran pasado a ser autónomos por pasarse del tope de facturación. Entre los dos efectos, el proyecto calcula una pérdida de recaudación de, como máximo, $ 4.566 millones, repartido principalmente entre el Sistema de Seguridad Social, que dejará de recaudar más de 3.100 millones de pesos y las Provincias, que dejarán de recaudar casi 1.350 millones. 4
Por su parte, los beneficios para los autónomos tendrían un costo fiscal de 29.730 millones de pesos. Sin embargo, esto no representa una reducción de la recaudación para el período 2022, dado que estas deducciones se realizan sobre el impuesto a las ganancias, cuyo pago se realizará, para el año fiscal 2022, entre junio y agosto del 2023. Es decir, costo fiscal mínimo para el 2022, y un costo fiscal un poco más elevado para 2023. Este autor está a favor de bajar impuestos en cualquier momento y lugar, por la circunstancia que fuera, pero no hay que engañarse: 5 de cada 10 monotributistas trabajan para el Estado. Esta ley, en el fondo, es para ellos. Por suerte para los gobernantes, la clase media está demasiado hundida en sus problemas como para notarlo.
Así las cosas, el presidente de la Cámara de Diputados, se ocupó de que se sepa que ese proyecto era de su autoría. “El proyecto de Sergio Massa”, hizo titular a la prensa. Esto es una constante desde la asunción del gobierno de Alberto Fernández, Massa quiere que todos sepan que los proyectos de alivio al bolsillo o algún artículo que el oficialismo cedió para que la oposición acompañe fue gracias a él. Ese es su rol. Para adentro, un conciliador, un puente entre el kirchnerismo más duro y el ala albertista, muy débil y cada vez más reducida, pero en cargos ejecutivos y legislativos; y para el afuera, el que se encarga de que la pésima gestión económica afecte lo menos posible a la clase media, clase a la que él considera todavía su electorado.
En 2015 Massa logró obtener, gracias a la clase media a la que le hablaba, 5.3 millones de votos, casi 4 millones menos que Daniel Scioli. En 2019, la formula kirchnerista con Massa dentro del Frente, obtuvo 12.2 millones de votos, casi la suma de los votos de 2015 del Frente Renovar y el Frente para la Victoria, descontados los votos que se fueron a Lavagna, buscando una tercera vía. Es decir, Massa le aportó al Frente de Todos, casi 3 millones de votos en las elecciones del 2019.
Massa observa cómo su electorado se evapora entre sus dedos y se empeña en tirarle señales para internar recuperarlo o retenerlo.
Paradójicamente, son justamente los votantes de Sergio Massa, la clase media, los más perjudicados durante el gobierno de Alberto Fernández. Entre 2019 y 2021 desaparecieron 321 mil autónomos; el salario real viene en caída libre; ya no alcanza con ser trabajador asalariado en blanco para no ser pobre. No es de extrañar, entonces, que sea esa porción del electorado la que huyó despavorido en las elecciones legislativas del 2021, donde el Frente de Todos, aún con Sergio Massa adentro, perdió 4 millones de votos.
Massa observa cómo su electorado se evapora entre sus dedos y se empeña en tirarle señales para internar recuperarlo o retenerlo. Deberá tomar una decisión muy importante. Puede quedarse en el Frente de Todos ya sea asumiendo que perdió a su electorado predilecto y tratar de ser ungido como líder definitivo del movimiento o intentar reencausar la economía para ser el salvador de la clase media destruida por el socialismo alfonsinista de los Fernández; o puede pegar el segundo portazo de su carrera política e intentar convencer a la ciudadanía de que “esta vez es en serio”. Si elije la segunda, quizás sus amigos, Morales y Rodríguez Larreta le tiendan puentes, aunque podría tener su revancha volviendo a jugar sólo con lo que quede del peronismo. Lo que sí es seguro es que Cristina lo mira de cerca y sabe que esa decisión se aproxima. No es casual el retorno de Daniel Scioli. Ahora que lo pienso, Macri también está de regreso. ¿Se estará acaso gestando un 2015 reloaded? Pobre Argentina…
Nota en Faro Argentino