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Migajas para hoy, mucha hambre para mañana

Llamativo que el kirchnerismo le llamara ajustador a Guzmán, cuando el gasto creció siempre en términos reales y las tarifas no se movieron, pero que callen ante Massa con esta licuación y eliminación de subsidios. Jeremías Morlandi


Decía Ramon Pérez de Ayala, escrito español, que “cuando la estafa es enorme, ya toma un nombre decente”. Tenemos como ejemplos la justicia social, la redistribución del ingreso, la igualdad de género y muchos otros, entre los que podemos incluir “el plan de estabilización” en la boca de aquellos que causaron la desestabilización. Así encontramos a nuestro súper ministro (aunque no quiere que lo llamen súper ministro después de haber pedido a toda la prensa que lo llamen súper ministro) Sergio Massa, quien cumple 4 meses en el cargo y se merece que celebremos sus éxitos.

Sin miedo de ser autorreferencial, quien escribe adelantó en este espacio en el mes de junio que Sergio Massa tenía la opción de irse o de tomar las riendas. Hay que reconocerle que en vez de hacerle creer a la gente que él no tiene nada que ver con el gobierno del cual es fundador e integrante, se hizo cargo de la situación, convirtiendo a Alberto Fernández en una figura casi protocolar. Quedó claro al poco tiempo que lo que traía Massa bajo el brazo no era un plan de estabilización económica, sino un plan de estabilización política. Massa asumió el 3 de agosto del 2022 en un contexto de alta inestabilidad financiera, cambiaria y política. Dos ministros de economía mediante, el tipo de cambio había trepado a 300 pesos por dólar, los bonos se encontraban en caída libre y el riesgo país se acercaba a los tres mil puntos. Sumado a eso, había tenido lugar una corrida contra los bonos en pesos y el Banco Central se encontraba emitiendo cientos de miles de millones de pesos para darle salida a esos tenedores de títulos. Del lado político, Alberto Fernández ya no tenía ningún poder, con una Cristina Kirchner & Co. que aprovechaba cualquier ocasión para criticarlo y socavar su figura, criticando a sus ministros, al ajuste que estaban llevando a cabo y al acuerdo con el FMI.

Su llegada fue bien recibida por los mercados, dado que era la figura relegada del frente en materia de gestión en el gobierno -al menos de forma pública- y pertenece al ala menos anticapitalista de la coalición gobernante. El riesgo país cayó 500 puntos tras su asunción y al mes, el tipo de cambio había descomprimido a la zona de 270 pesos por dólar. Sin embargo, quedó claro al poco tiempo que lo que traía Massa bajo el brazo no era un plan de estabilización económica, sino un plan de estabilización política.

A decir verdad, la estabilización política sí llegó. Hasta el arribo de Massa a la virtual presidencia, el interrogante que rondaba en el aire era sobre si el gobierno iba a ser capaz de llegar a fin de año. Para diciembre 2023 faltaban siglos. Con Massa eso terminó.

Del lado económico, hubo un cambio en respecto a la administración de Martín Guzmán: el gasto público crece mes a mes por debajo de la inflación. Esto ha logrado que, en octubre, por ejemplo, el déficit fiscal sea 50% más bajo en términos nominales que en 2021. Al analizar las partidas, se ve que no hay una reducción nominal por lo que se está llevando a cabo una licuación del gasto, al mejor estilo Nicolás Dujovne.


¿Cuál es el problema con reducir el déficit de esta forma? Que en la licuadora entramos todos nosotros. Llamativo que el kirchnerismo le llamara ajustador a Guzmán, cuando el gasto creció siempre en términos reales y las tarifas no se movieron, pero que callen ante Massa con esta licuación y eliminación de subsidios.

Por el lado cambiario, si bien reinó una relativa paz en los primeros meses, quedó claro que el único objetivo que tenía el flamante ministro era, justamente, sobrevivir hasta 2023 y pilotear la tormenta para incrementar sus chances de llegar a la presidencia el año que viene. Para eso, se esforzó en hacer una cosa y sólo una cosa: conseguir dólares. Es lo único en la mente del ministro.

Logró asegurarse la aprobación de dos desembolsos del Fondo Monetario Internacional. Uno que llegó en octubre por 3.854 millones de dólares y otro que llegará en diciembre por 6 mil millones de dólares, previa realización de un pago de 3 mil millones. A su vez, se aseguró de mantener buenas relaciones con el Banco Interamericano de Desarrollo y consiguió endeudarnos por 700 millones de dólares más.

Cuando Massa asumió como ministro, las reservas liquidas netas llegaban a un negativo de más de 6.100 millones de dólares. Un mes después, ese número había empeorado a casi 6.600 millones. Por supuesto que él sabía que los dólares que podía conseguir de los organismos multilaterales de crédito no iban a ser suficientes para contener la sangría de reservas que estaba ocurriendo en el BCRA. Y así comenzó el dólar soja, que consistía en un tipo de cambio diferencial para exportadores de 200 pesos, en su primera edición y 230 pesos en su segunda edición, que todavía sigue en marcha al momento de escribirse esta nota.

Imaginemos a una persona se dirige a tomar un crédito hipotecario para comprar un departamento de 200 mil dólares. Esa misma persona, a los días de haberlo comprado, vende ese mismo departamento en 100 mil dólares y se va de viaje con ese dinero, teniendo aún que pagar la deuda. El lector podría, con toda lógica, concluir que se trata de un demente o un estafador, y estaría en lo cierto. ¿Por qué entonces toleramos que en Reconquista 266 se haga lo mismo? El campo liquida y el Banco Central le compra sus dólares a 200 pesos (o 230) para luego venderle esos dólares a los importadores a menos de 170 pesos. O son dementes o unos estafadores. Este juego no es gratuito. La compra de divisas desde que asumió Massa supera los 3.500 millones de dólares (vs. 114 desde enero), para lo cual se volcaron al mercado más de 600 mil millones de pesos en cuatro meses, la misma cantidad que en todo 2021. El campo liquida y el Banco Central le compra sus dólares a 200 pesos (o 230) para luego venderle esos dólares a los importadores a menos de 170 pesos. O son dementes o unos estafadores. Este juego no es gratuito. Por el lado de la deuda, tampoco hubo éxitos. En agosto 2022, vencieron casi 1 billón de pesos de bonos CER. Como Massa no generó confianza porque no presentó un verdadero plan de estabilización, los mercados no sólo no desean tener estos títulos a vencimientos largos, sino que en octubre y noviembre no se han renovado la totalidad de los vencimientos, no se ha obtenido financiamiento neto positivo y tampoco ha habido canjes exitosos, escenario que tampoco parece mejorar para diciembre. El escenario de agosto se repetirá en los primeros meses del 2023, donde habrá vencimientos que rondarán el billón de pesos por mes de los cuales gran parte son bonos CER. El Banco Central debió continuar siendo una vía de escape para aquellos tenedores que deseaban desprenderse de sus títulos en pesos, a los efectos de que no sucediera otra corrida, por casi 250 mil millones de pesos en cuatro meses.

Como fingen que no saben que la emisión genera inflación, pero saben de sus efectos, no podían dejar esa cantidad de pesos en la calle, por lo que comenzó la esterilización. Es decir, el Banco Central comenzó a absorber pesos del mercado mediante pasivos, cuya tasa de interés había llegado al 75% nominal anual. Así las cosas, en cuatro meses, el stock de pasivos del Banco Central creció 40%, 2.7 billones de pesos más, llegando a 9.54 billones de pesos de pasivos. Esto implica que por cada peso circulando en la calle, hay 2,17 pesos de pasivos en el Banco Central mientras que, al 3 de agosto, eran 1,56 pesos. Los pasivos del Banco Central crecieron a razón de 22.700 millones de pesos diarios. Queda claro que nos han estafado. Nos vendieron plan de estabilización por parche electoral, paz cambiaria por un Banco Central a punto de explotar. No hay ningún plan. Es migajas para hoy y mucha hambre para mañana. Y, esta vez, el Campo no viene al rescate. Sálvese quien pueda. Lo más preocupante de este escenario es que, en diciembre, la emisión que deberá realizar el Banco Central será cercana a un billón de pesos, considerando el dólar soja, las ayudas sociales y los vencimientos de bonos que no logre renovar. La demanda de dinero crece en diciembre, sí. Pero no para absorber semejante emisión, con un condimento que seguro Massa no esperaba: La sequía. Los stocks de granos que se están liquidando ahora, son adelantos de liquidaciones que hubieran llegado en enero, febrero y marzo. Sin embargo, no habrá tanta renovación de esos stocks porque la cosecha será peor que la ocurrida en 2008/2009. Se estima que ingresarán al país, en 2023, entre 12 mil y 15 mil millones de dólares menos que en 2022, con el agregado de que han roto el mercado de soja. El Gobierno se las arregló para crear una Junta Nacional de Granos, sin el costo político de hacerlo. ¿Qué productor va a liquidar algo más que lo necesario con un tipo de cambio bajo, sabiendo que otra edición del dólar soja puede estar en camino?

Queda claro que nos han estafado. Nos vendieron plan de estabilización por parche electoral, paz cambiaria por un Banco Central a punto de explotar. No hay ningún plan. Es migajas para hoy y mucha hambre para mañana. Y, esta vez, el Campo no viene al rescate. Sálvese quien pueda.


Nota para Faro Argentino

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