La caída del poder de compra de alimentos de los salarios duplica la contracción general
Si bien desde el Ejecutivo, cada mes que se da a conocer el número de la inflación se encargan de buscar un “nuevo” culpable (o refritar alguno de los culpables de siempre), tal como menciona la frase del economista clásico, David Ricardo, aun con aumento de salarios nominales, la emisión de moneda por encima de su demanda presiona sobre el nivel general de precios, sin generar efectos positivos para las empresas, sino que el único “ganador” en este contexto es el Estado, quien se apropia del impuesto inflacionario derivado del monopolio coercitivo de la emisión monetaria.
Aunque esta caída del poder de compra de los salarios es un fenómeno recurrente en nuestro país, y que este retroceso continuo del salario real ya lleva cinco años, durante los últimos meses se ha acelerado debido a la aceleración inflacionaria, la cual no es otra cosa que el resultado de la economía política electoral de 2021.
Aun frente a la fuerte escalada inflacionaria, el aspecto más preocupante de la aceleración del deterioro del poder de compra de los hogares es el fuerte incremento de los precios de alimentos y bebidas, que, si bien en la medición oficial representa casi un tercio del gasto de los hogares, este número aumenta cuando se trata de familias de menores ingresos, dada la característica de bien necesario de los alimentos.
Esto lleva no sólo a un menor consumo de alimentos y bebidas, sino también, por los ingresos reales en constante caída, a la reducción de la compra de los restantes bienes y servicios, debido que se debe destinar cada vez una mayor proporción de los recursos para cubrir las necesidades alimenticias de los hogares.
Lo paradójico en este punto es que según el gobierno, el objetivo principal de su política económica tiene que ver la mejora de las condiciones de vida y la “inclusión” de los que menos tienen, pero en la realidad, la regresividad del impuesto inflacionario, derivado del monstruoso nivel de emisión monetaria, afecta a los más pobres y las mayores necesidades de esto los convierte cada vez en más rehenes del sistema político.
Debe remarcarse un dato no menor, y es que la inflación, tanto a nivel general como considerando los distintos rubros de la canasta, se encuentra “pisada” por las anclas nominales que (mal) utiliza el gobierno, tales como Precios Cuidados, tarifas subsidiadas, cepo cambiario, esterilización monetaria y control de precios a distintos rubros en general, por lo que hay que considerar que esta fuerte baja solo constituye un punto de partida del efecto negativo sobre el poder de compra (sin considerar la enorme destrucción del sistema de precios como señales, debido a la desintegración de la función de asignación de recursos de los precios relativos).
En el escenario descripto, en el presente informe analizaremos la evolución del poder de compra de los salarios, tanto a nivel general como de alimentos y bebidas, y presentaremos unas consideraciones finales sobre las perspectivas que tenemos respecto a esta problemática.
Para leer el informe completo, escrito por nuestra Directora Ejecutiva, Eliana Scialabba, hace click aquí.